jueves

EL DIOS DE LOS HUECOS


En la época moderna, las grandes religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islam– pueden dar la impresión de ser anacrónicas, pues por sus principios y sus rituales parecen pertenecer al medioevo. Una breve consideración de la historia de la ciencia occidental, ciertamente marcada por la filosofía primera y efectuada la división en sus tres épocas –antigua, medieval y moderna–, parece confirmarlo.

Como principio del pensamiento medieval puede considerarse al Uno, reconocido por Plotino como condición necesaria de toda multiplicidad y que en las religiones es identificado con Dios. Con Descartes, la época moderna sustituye este principio, y al final de esta época Nietzsche afirma que “¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Nosotros lo hemos matado!” Pero, ¿ha muerto Dios? Si la época moderna, si la Modernidad iniciada con Nietzsche ha matado a Dios, ¿quiere decir esto que también se le ha quitado la vida, la vitalidad, a las religiones monoteístas? ¿O siguen viviendo gracias precisamente a un asentimiento libre y autodeterminado a un Dios vivo que puede pensarse en relación con el mundo y los hombres?

La muerte de Dios es una experiencia dramática en tanto que nos deja huérfanos de cualquier certeza pero por otro lado, con la desaparición de Dios nos liberamos de las cadenas que nos ataban, de las falsas ilusiones que atenazaban y nos hacían negar la vida en aras de mundos celestes inexistentes. Los avances de la Ciencia actual van cerrando poco a poco los huecos que antes se "explicaban" con la existencia de Dios, las luces de la Física van iluminando las sombras que antes necesitaban la existencia de lo sobrenatural, encendiendo una a una las incógnitas de nuestro mundo, hasta que ya no quede ni un resquicio para la especulación divina. Pero, hasta que no descifremos por completo las leyes de la Naturaleza, siempre habrá un hueco para la pervivencia de la superstición.

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